Pintura cósmica: Circe Irasema
Por Adriana Melchor
Para la última entrega del ciclo “El dilema de unir los puntos” curado por Néstor Jiménez, la artista mexicana Circe Irasema presenta Pintura cósmica, un proyecto que aborda la práctica pictórica desde la cultura actual a manera de gabinete de curiosidades. En este cuarto de maravillas se invita a quien mira a sumergirse en un microcosmos que reúne reflexiones sobre la impermanencia de la pintura, la teoría del color y la creación artística.
Los gabinetes de curiosidades o cuartos de maravillas han estado al centro de varias reflexiones desde distintos campos culturales como: la ciencia, la literatura y el arte. Estos precursores de lo que hoy conocemos como museos, surgieron durante el Renacimiento en un momento en donde el conocimiento, los viajes y los descubrimientos eran de gran importancia para la cultura europea. Estos cuartos albergaban todo lo que podría conocerse en ese momento y poco a poco permitió clasificar el mundo natural y el artificial. Así surgieron al menos cuatro categorías: Naturalia (mundo mineral, vegetal y animal), Artificialia (arte, antigüedades y otros artefactos), Exótica (especímenes exóticos) y Scientifica (instrumentos científicos y tecnológicos). Conforme las colecciones fueron creciendo, éstas necesitaron más espacio para cumplir uno de sus objetivos principales: difundir el conocimiento.
En este mismo espíritu ávido de conocimiento se encuentra también el deseo por estudiar los fenómenos celestes. En la introducción del primer volumen de Kosmos de Alexander von Humboldt (1769-1859), el explorador y humanista discute distintas definiciones de la palabra cosmos, una de ellas, proveniente del griego antiguo que destaca por su sentido de “ornamento”, del cual tiene su origen la palabra cosmética utilizada en nuestros días. Otro significado más general se refiere a un sistema armonioso y ordenado, en clara oposición al caos. Para estudiar el universo surge la cosmografía, una herramienta que permite mapear y crear representaciones del universo y que aunado a la cartografía, produjeron un imaginario que desde entonces ha alimentado la creación artística.
A través de los siglos, los cambios en el entendimiento cosmológico han influido significativamente en la cultura y el arte. Desde el género de la pintura de paisaje hasta el arte cinético, esta relación con la ciencia ha alimentado tanto los modos de producción del arte como sus debates teóricos. Por ejemplo, en las teorías de la pintura de principios del siglo XX, se refieren al paisaje como un tipo de cosmética para referirse a una “fabricación consciente y [de] belleza técnica”. Desde esta visión se traduce de manera contemporánea la práctica pictórica de Circe Irasema.
Pintura cósmica inició en 2018 como un juego con las palabras cósmico y cosmético para ofrecer una reflexión de largo aliento sobre la teoría del color, la pintura y sus materialidades latentes. Para la creación de sus obras la artista utiliza maquillaje, particularmente las pastillas de sombras en polvo que se han convertido en un gesto distintivo. Estas sombras no pertenecen a las grandes marcas internacionales, provienen de empresas que se dedican a crear estuches económicamente más accesibles, mismos que se pueden encontrar en los tianguis o mercados locales. Para Circe, el maquillaje es un material performativo que esconde una pregunta de género y de clase acerca de la procedencia del mismo, de sus empleos para decorar el cuerpo, así como de sus alcances estilísticos fuera de la tradición pictórica. El polvo como unidad mínima en estas obras se re-contextualiza bajo la premisa de polvo coloreado para expandir el alcance de lo que desde la teoría del color se entiende como pigmento y luz.
Históricamente el maquillaje se ha asociado a prácticas femeninas. A veces impuestas por la mirada masculina y las tendencias de moda de la época que dictaron cómo debía verse una mujer. Hoy en día, el maquillaje tiene muchos significados y está al servicio de otras comunidades e identidades. En la obra de Irasema, el uso del maquillaje le permite feminizar y apropiarse de piezas icónicas de la historia del arte para reivindicar el papel de las mujeres en el campo artístico.
Otro aspecto importante para la artista son los mecanismos que se han diseñado para desplegar el almacenaje de las sombras, rubores y demás utensilios. Esto puede verse en obras como Flor estrella o en Pandora II (Caja plástica), la cual es un prototipo para reimaginar un concepto creado por el muralista David Alfaro Siqueiros que construye un espacio pictórico envolvente para una/un espectador en movimiento. En la reelaboración de Circe, se reproducen algunos de los trazos creados para el proyecto siqueiriano “La marcha de la humanidad en la tierra y hacia el cosmos”, su caja plástica se refiere a la plasticidad del propio objeto para abrir, cerrar, desplegarse e ir mostrando sorpresas y efectos visuales. Tal como lo haría un estuche de maquillaje.
Dichas piezas forman parte de la serie Jardín cósmico, las cuales se encuentran sobre la única base dentro de la exposición y hacen referencia al Jardín de la especulación cósmica de Charles Jencks y Maggie Keswick, un espacio escultórico privado situado en Escocia que sólo abre sus puertas una vez al año. Su característica principal es que combina las formaciones naturales del paisaje con el diseño de montículos y estanques inspirados en las formas geométricas de la naturaleza. En el jardín de Irasema se enmarca un límite imaginario que crea una distancia con el mundo y el tiempo de la cultura actual, se presenta una colección de maravillas contemplativas que aluden a formas geométricas primarias y celestes: nubes-cometa, espectros y halos de luz que crean arcoiris. Aunque también se exhiben otros artefactos tales como modelos anatómicos de manos y pies intervenidos con acrílico, gouache y uñas postizas. La artista encuentra un interés especial en la manufactura artesanal de estos objetos por encima de los que han sido creados de forma industrial y en serie. La decoración y manicura de esta mano de madera son citas veladas a otras pinturas emblemáticas, por ejemplo, las estrellas sobre el fondo verde refieren a las vírgenes apocalípticas. Finalmente, encontramos unos libros viejos maquillados. La publicación de libros de bolsillo con láminas en blanco y negro sirvieron para reproducir y difundir las obras de los grandes relatos de la historia del arte europeo. Así que por un tiempo, estudiar arte implicó un ejercicio de imaginación para visualizar las obras a partir de dichas reproducciones carentes de color. En estos libros la artista se da a la tarea de “iluminar” con maquillaje algunas secciones, con esta intervención la artista busca “revivir" (en tanto que interpretar) estas obras a través del color.
Por su parte, la serie Nuevos primitivos imagina cómo podrían ser las nuevas pinturas de arte rupestre trazadas con los pigmentos del maquillaje para ojos. Uno de los referentes estilísticos de estas obras son las pinturas de arena del arte Navajo y la cerámica de Los Mimbres, cultura que se desarrolló al suroeste de Nuevo México. Cada uno de los paneles es temático, y a través de gestos pictóricos muy sintéticos, imagina un nuevo relato cósmico sobre el conocimiento celeste y la transición de la vida.
Casi al final de la exposición encontramos dos pinturas prêt-â-porter, cuyos bastidores están elaborados de tergal, una tela muy versátil para confeccionar ropa, sobre los cuales la artista ha colocado retazos textiles coloreados con maquillaje. En estas obras la artista explora las posibilidades de una pintura que pueda cambiar los elementos de su composición una y otra vez. En una de ellas se presenta de manera esquemática la cromática del sol en las cuatro estaciones del año; mientras que en la otra, se lleva aún más lejos la inestabilidad de la pintura al integrar un mayor número de elementos para manipularla. En estos “paisajes” intuitivos la artista ha colgado algunas de sus colecciones de pruebas de colores, las cuales retoman las paletas de otras pinturas icónicas de la historia del arte. Todos estos elementos podrían hablar del proceso de creación de una obra, pero más bien, estas piezas reflexionan sobre lo que queda de ese proceso artístico.
Como una ventana que cierra y abre la exposición se encuentra la pieza Cartografía de formas sensibles, un pequeño mural realizado específicamente para el segundo piso de Proyectos Monclova. Como su nombre lo indica, hay un sentido metafórico sobre la creación de mapas, pero esta obra explora la creación de nuevos planos pictóricos dentro de un doble marco, en donde el color-cosmético se compacta para generar acentos rítmicos. (Más que cartografía es más bien una cosmografía que mapea constelaciones para un nuevo muralismo).
En suma, en este cuarto de maravillas con atmósfera de un cubo verde, se exhibe la Artificialia, pero contradictoriamente a esta primera clasificación del mundo, se presentan objetos inquietos que borran y amplían los límites de sus categorías y etiquetas. La cosmética de Circe Irasema es la puesta en práctica de una investigación profunda sobre la representación y la potencia inestable de los materiales que pueden convertirse en pintura. La teoría del color que pone de frente en sus obras está ligada a la historia de la feminidad como un esfuerzo por emanciparse o de apropiarse de territorios masculinizados en el arte. Paralelamente, su curiosidad sobre los materiales radica en un interés consciente sobre las trayectorias y biografías de los objetos populares que se fugan y perfilan mediante una búsqueda pictórica de quiebre expandido.
Cosmic Painting: Circe Irasema
By Adriana Melchor
For the final instalment of the exhibition cycle The Dilemma of Connecting the Dots, curated by Néstor Jiménez, the Mexican artist Circe Irasema presents Cosmic Painting, a project that engages painting practice as it relates to contemporary culture in the form of a cabinet of curiosities. In this wonder-room, viewers are invited to immerse themselves in a microcosm that pulls together reflections on the impermanence of painting, color theory, and artistic creation.
Cabinets of curiosities, or wonder-rooms, have been at the center of various reflections from different cultural fields, including science, literature, and art. These precursors of what we now know as museums arose during the Renaissance, at a time when knowledge, travel, and discovery were highly important to European culture. These rooms housed everything that could be known at that point in time, and little by little made it possible to classify the natural and artificial worlds. In this way, at least four categories arose: Naturalia (the mineral, plant, and animal world), Artificialia (art, antiquities, and other artifacts), Exotica (exotic specimens), and Scientifica (scientific and technological instruments). As the collections grew, they needed more space to fulfill one of their main objectives: spreading knowledge.
This same knowledge-hungry spirit also extended to the desire to study celestial phenomena. In his introduction to the first volume of Cosmos, the explorer and humanist Alexander von Humboldt (1769–1859) discusses different definitions of the word cosmos. He points out that one of its meanings in the ancient Greek was “ornament,” from which our word cosmetics derives. Another more general meaning refers to a harmonious and ordered system, in clear opposition to chaos. Studying the universe gave rise to cosmography, a tool that makes it possible to map and create representations of the universe and which, combined with cartography, produced an imaginary that has fed artistic creation ever since.
Through the centuries, changes in cosmological understanding have significantly influenced culture and art. From the genre of landscape painting to kinetic art, this relationship to science has nourished both the modes of producing art and theoretical debates about it. For example, in early twentieth-century theories of painting, landscape was described as a kind of “cosmetics,” meaning a “conscious fabrication with technical beauty.” Circe Irasema’s painting practice translates this viewpoint into the contemporary period.
Cosmic Painting began in 2018 as a play on the words cosmic and cosmetic, to offer a long-term reflection on color theory, painting, and the latter’s latent materialities. The artist uses makeup to create her pieces, particularly powder eye shadows, which have become a distinctive gesture. The ones she uses are made not by large international brands, but rather by businesses dedicated to creating more economically accessible compacts, which can be found in open-air or local markets. For Circe, makeup is a performative material that hides a question of gender and class in connection to its own place of origin, its uses in decorating the body, and its stylistic reach beyond the tradition of painting. In these works, powder as a minimum unit is recontextualized under the premise of colored powder for expanding the reach of what color theory understands as pigment and light.
Historically makeup has been associated with feminine practices, sometimes imposed by the masculine gaze and the fashion trends of the age, which dictated how a woman should look. Today, makeup has many meanings and is at the service of other communities and identities. In Irasema’s work, the use of makeup enables her to feminize and appropriate iconic pieces from the history of art in order to reclaim women’s role in the field of art.
Also important to the artist are the mechanisms that have been designed to display the storage of eyeshadow, blush, and other items. This can be seen in works like Flor estrella (Star Flower) and in Pandora II (Caja plástica) (Pandora II [Plastic Box]), which is a prototype for reimagining a concept created by the muralist David Alfaro Siqueiros, which constructs an enveloping pictorial space for a moving spectator. Circe’s re-elaboration recreates some of the outlines created for Siqueiros’s project La marcha de la humanidad en la tierra y hacia el cosmos (The March of Humanity on Earth and toward the Cosmos), its plastic box referring to the plasticity of the object itself to open, close, be displayed, and reveal surprises and visual effects—as a makeup compact would do.
These pieces are part of the series Jardín cósmico (Cosmic Garden), which are found on the only plinth in the exhibition, and which allude to Charles Jencks’s and Maggie Keswick’s Garden of Cosmic Speculation, a private sculptural space in Scotland that only opens its doors once a year. Its main characteristic is that it combines the natural formations of the landscape with the design of mounds and ponds inspired by the geometric forms found in nature. Irasema’s garden is framed by an imaginary limit that creates a distance from the world and the time of current culture, presenting a collection of contemplative marvels that allude to primary and celestial geometrical forms: comet-clouds, spectra, and haloes of light that create rainbows, although other artifacts are also on display, like anatomical models of hands and feet, decorated with acrylic, gouache, and press-on nails. The artist has a special interest in the artisanal manufacture of these objects on top of those that have been serially created by industry. The decoration and manicure of this wooden hand are veiled citations of other emblematic paintings; for example, the stars on the green background refer to apocalyptic virgins. Lastly, we find some old books with makeup on them. The publication of pocket-sized books with black and white plates served to reproduce and spread the works of the great stories from the history of European art. So, for a time, studying art implied exercising one’s imagination to visualize the works on the basis of those colorless reproductions. The artist has undertaken the task of “illuminating” parts of these books with makeup, thereby “revivifying” (by way of interpreting) these works through color.
For its part, the series Nuevos primitivos (New Primitives) imagines what new cave paintings made with pigments from eye makeup might look like. Stylistic points of reference for these works come from Navaho sand paintings and the ceramics of the Mimbre people, a culture that developed in southeastern New Mexico. Each of the panels is thematic, and, through very synthetic pictorial gestures, imagines a new cosmic narrative about celestial knowledge and the transition of life.
Almost at the end of the exhibition we find two “ready-to-wear” paintings, whose stretchers are made out of Terylene, a very versatile fabric for making clothes, on which the artist has placed bits of textile colored with makeup. In these pieces, the artist explores the possibilities of a painting that can change its compositional elements over and over. One of them features in a schematic way the chromatics of the sun in the four seasons of the year; while in the other, the instability of painting is taken even further by integrating a larger number of elements for manipulating it. In these intuitive “landscapes,” the artist has placed some of her collections of color tests, which reprise the palettes of other iconic paintings from the history of art. All these elements might speak of the process of creating a work of art, but these pieces reflect instead on what remains of that artistic process.
Acting like a window that closes and opens the exhibition, the piece Cartografía de formas sensibles (Cartography of Sensible Forms) is a small mural specifically realized for the second floor of Proyectos Monclova. As its title indicates, there is a metaphorical meaning involving mapmaking, but this work explores the creation of new pictorial planes within a double frame, in which color and cosmetics are compacted to generate rhythmic accents. (More than cartography, it is rather a cosmography that maps constellations for a new muralism.)
In sum, this wonder-chamber with its green-cube-like atmosphere exhibits Artificialia, but by contrast to that first way of classifying the world, it presents unruly objects that erase and broaden the limits of its categories and labels. Circe Irasema’s use of cosmetics is the practical implementation of a profound study of representation and the unstable power of materials that can be turned into painting. The color theory she foregrounds in her works is tied to the history of femininity as an effort to emancipate itself or to appropriate masculinized territories in art. In parallel, her curiosity about materials is rooted in a conscious interest in the trajectories and biographies of popular objects that take flight and take shape through a pictorial search for an expanded break.
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Pintura cósmica: Circe Irasema
Por Adriana Melchor
Para la última entrega del ciclo “El dilema de unir los puntos” curado por Néstor Jiménez, la artista mexicana Circe Irasema presenta Pintura cósmica, un proyecto que aborda la práctica pictórica desde la cultura actual a manera de gabinete de curiosidades. En este cuarto de maravillas se invita a quien mira a sumergirse en un microcosmos que reúne reflexiones sobre la impermanencia de la pintura, la teoría del color y la creación artística.
Los gabinetes de curiosidades o cuartos de maravillas han estado al centro de varias reflexiones desde distintos campos culturales como: la ciencia, la literatura y el arte. Estos precursores de lo que hoy conocemos como museos, surgieron durante el Renacimiento en un momento en donde el conocimiento, los viajes y los descubrimientos eran de gran importancia para la cultura europea. Estos cuartos albergaban todo lo que podría conocerse en ese momento y poco a poco permitió clasificar el mundo natural y el artificial. Así surgieron al menos cuatro categorías: Naturalia (mundo mineral, vegetal y animal), Artificialia (arte, antigüedades y otros artefactos), Exótica (especímenes exóticos) y Scientifica (instrumentos científicos y tecnológicos). Conforme las colecciones fueron creciendo, éstas necesitaron más espacio para cumplir uno de sus objetivos principales: difundir el conocimiento.
En este mismo espíritu ávido de conocimiento se encuentra también el deseo por estudiar los fenómenos celestes. En la introducción del primer volumen de Kosmos de Alexander von Humboldt (1769-1859), el explorador y humanista discute distintas definiciones de la palabra cosmos, una de ellas, proveniente del griego antiguo que destaca por su sentido de “ornamento”, del cual tiene su origen la palabra cosmética utilizada en nuestros días. Otro significado más general se refiere a un sistema armonioso y ordenado, en clara oposición al caos. Para estudiar el universo surge la cosmografía, una herramienta que permite mapear y crear representaciones del universo y que aunado a la cartografía, produjeron un imaginario que desde entonces ha alimentado la creación artística.
A través de los siglos, los cambios en el entendimiento cosmológico han influido significativamente en la cultura y el arte. Desde el género de la pintura de paisaje hasta el arte cinético, esta relación con la ciencia ha alimentado tanto los modos de producción del arte como sus debates teóricos. Por ejemplo, en las teorías de la pintura de principios del siglo XX, se refieren al paisaje como un tipo de cosmética para referirse a una “fabricación consciente y [de] belleza técnica”. Desde esta visión se traduce de manera contemporánea la práctica pictórica de Circe Irasema.
Pintura cósmica inició en 2018 como un juego con las palabras cósmico y cosmético para ofrecer una reflexión de largo aliento sobre la teoría del color, la pintura y sus materialidades latentes. Para la creación de sus obras la artista utiliza maquillaje, particularmente las pastillas de sombras en polvo que se han convertido en un gesto distintivo. Estas sombras no pertenecen a las grandes marcas internacionales, provienen de empresas que se dedican a crear estuches económicamente más accesibles, mismos que se pueden encontrar en los tianguis o mercados locales. Para Circe, el maquillaje es un material performativo que esconde una pregunta de género y de clase acerca de la procedencia del mismo, de sus empleos para decorar el cuerpo, así como de sus alcances estilísticos fuera de la tradición pictórica. El polvo como unidad mínima en estas obras se re-contextualiza bajo la premisa de polvo coloreado para expandir el alcance de lo que desde la teoría del color se entiende como pigmento y luz.
Históricamente el maquillaje se ha asociado a prácticas femeninas. A veces impuestas por la mirada masculina y las tendencias de moda de la época que dictaron cómo debía verse una mujer. Hoy en día, el maquillaje tiene muchos significados y está al servicio de otras comunidades e identidades. En la obra de Irasema, el uso del maquillaje le permite feminizar y apropiarse de piezas icónicas de la historia del arte para reivindicar el papel de las mujeres en el campo artístico.
Otro aspecto importante para la artista son los mecanismos que se han diseñado para desplegar el almacenaje de las sombras, rubores y demás utensilios. Esto puede verse en obras como Flor estrella o en Pandora II (Caja plástica), la cual es un prototipo para reimaginar un concepto creado por el muralista David Alfaro Siqueiros que construye un espacio pictórico envolvente para una/un espectador en movimiento. En la reelaboración de Circe, se reproducen algunos de los trazos creados para el proyecto siqueiriano “La marcha de la humanidad en la tierra y hacia el cosmos”, su caja plástica se refiere a la plasticidad del propio objeto para abrir, cerrar, desplegarse e ir mostrando sorpresas y efectos visuales. Tal como lo haría un estuche de maquillaje.
Dichas piezas forman parte de la serie Jardín cósmico, las cuales se encuentran sobre la única base dentro de la exposición y hacen referencia al Jardín de la especulación cósmica de Charles Jencks y Maggie Keswick, un espacio escultórico privado situado en Escocia que sólo abre sus puertas una vez al año. Su característica principal es que combina las formaciones naturales del paisaje con el diseño de montículos y estanques inspirados en las formas geométricas de la naturaleza. En el jardín de Irasema se enmarca un límite imaginario que crea una distancia con el mundo y el tiempo de la cultura actual, se presenta una colección de maravillas contemplativas que aluden a formas geométricas primarias y celestes: nubes-cometa, espectros y halos de luz que crean arcoiris. Aunque también se exhiben otros artefactos tales como modelos anatómicos de manos y pies intervenidos con acrílico, gouache y uñas postizas. La artista encuentra un interés especial en la manufactura artesanal de estos objetos por encima de los que han sido creados de forma industrial y en serie. La decoración y manicura de esta mano de madera son citas veladas a otras pinturas emblemáticas, por ejemplo, las estrellas sobre el fondo verde refieren a las vírgenes apocalípticas. Finalmente, encontramos unos libros viejos maquillados. La publicación de libros de bolsillo con láminas en blanco y negro sirvieron para reproducir y difundir las obras de los grandes relatos de la historia del arte europeo. Así que por un tiempo, estudiar arte implicó un ejercicio de imaginación para visualizar las obras a partir de dichas reproducciones carentes de color. En estos libros la artista se da a la tarea de “iluminar” con maquillaje algunas secciones, con esta intervención la artista busca “revivir" (en tanto que interpretar) estas obras a través del color.
Por su parte, la serie Nuevos primitivos imagina cómo podrían ser las nuevas pinturas de arte rupestre trazadas con los pigmentos del maquillaje para ojos. Uno de los referentes estilísticos de estas obras son las pinturas de arena del arte Navajo y la cerámica de Los Mimbres, cultura que se desarrolló al suroeste de Nuevo México. Cada uno de los paneles es temático, y a través de gestos pictóricos muy sintéticos, imagina un nuevo relato cósmico sobre el conocimiento celeste y la transición de la vida.
Casi al final de la exposición encontramos dos pinturas prêt-â-porter, cuyos bastidores están elaborados de tergal, una tela muy versátil para confeccionar ropa, sobre los cuales la artista ha colocado retazos textiles coloreados con maquillaje. En estas obras la artista explora las posibilidades de una pintura que pueda cambiar los elementos de su composición una y otra vez. En una de ellas se presenta de manera esquemática la cromática del sol en las cuatro estaciones del año; mientras que en la otra, se lleva aún más lejos la inestabilidad de la pintura al integrar un mayor número de elementos para manipularla. En estos “paisajes” intuitivos la artista ha colgado algunas de sus colecciones de pruebas de colores, las cuales retoman las paletas de otras pinturas icónicas de la historia del arte. Todos estos elementos podrían hablar del proceso de creación de una obra, pero más bien, estas piezas reflexionan sobre lo que queda de ese proceso artístico.
Como una ventana que cierra y abre la exposición se encuentra la pieza Cartografía de formas sensibles, un pequeño mural realizado específicamente para el segundo piso de Proyectos Monclova. Como su nombre lo indica, hay un sentido metafórico sobre la creación de mapas, pero esta obra explora la creación de nuevos planos pictóricos dentro de un doble marco, en donde el color-cosmético se compacta para generar acentos rítmicos. (Más que cartografía es más bien una cosmografía que mapea constelaciones para un nuevo muralismo).
En suma, en este cuarto de maravillas con atmósfera de un cubo verde, se exhibe la Artificialia, pero contradictoriamente a esta primera clasificación del mundo, se presentan objetos inquietos que borran y amplían los límites de sus categorías y etiquetas. La cosmética de Circe Irasema es la puesta en práctica de una investigación profunda sobre la representación y la potencia inestable de los materiales que pueden convertirse en pintura. La teoría del color que pone de frente en sus obras está ligada a la historia de la feminidad como un esfuerzo por emanciparse o de apropiarse de territorios masculinizados en el arte. Paralelamente, su curiosidad sobre los materiales radica en un interés consciente sobre las trayectorias y biografías de los objetos populares que se fugan y perfilan mediante una búsqueda pictórica de quiebre expandido.
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