Al interior del murmullo
Por Rebeca Barquera
Existe una sensación experimentada en las ciudades: el caminar en soledad dentro de la multitud. Nos volteamos para evitar el roce. Está prohibido tocar e inevitablemente hay contacto. A una palma de distancia es una invitación de la artista visual Hilda Palafox a hacer de la pintura un vínculo. Cada una de las piezas evidencia el contacto sin tacto, las ausencias, la huída del roce y la distancia entre los cuerpos que, al mismo tiempo, parecieran estar unidos, como esos cuerpos que deambulan en las ciudades sin interactuar, buscándose sin saberlo.
El contacto es el foco principal de la mirada de Hilda. Su obra nos lleva a cuestionar nuestra vida cotidiana desde el primer intercambio matutino hasta la anhelada caricia de una mano que, sabemos, no volverá. Y más allá de ese toque, los rostros imperturbables de las figuras se sitúan en el instante de la duda, en la incertidumbre previa al arranque de una historia compartida. A partir de aquel momento de extrañamiento se configuran espacios de posibilidad. De cerca, de lejos, desde adentro o a partir de la búsqueda de consonancias, estas obras muestran la complejidad del encuentro con el otro, con la otra.
Desde la Ilustración se dice que la pintura es muda y reposa en la simultaneidad mientras la poesía es sucesión, movimiento, tiempo. Sin embargo, en las pinturas de Hilda es posible observar las reverberaciones que se arrastran entre las figuras, una polifonía sorda, murmullo que circula y nos mueve. Escuchamos con el cuerpo. Ésta es una pintura a la vez multiforme y seguidora del camino de ese murmullo.
“Cada sonido que emitimos es un poco una autobiografía; tiene un interior totalmente privado pero su trayectoria es pública” nos recuerda la poeta y ensayista canadiense Anne Carson. Los lugares indefinidos en los que suceden las acciones retratadas en los cuadros hacen que cualquier espacio de intimidad, de reflexión interna, pueda devenir en espacio público. Un espacio en el que la sociabilidad se produce y, al mismo tiempo, se evade. Hay que decir que en el caso de la pintura de Hilda, las mujeres representadas en los lienzos no tienen puerta en la boca, como se dijera en la antigüedad de la ninfa Eco. Bien dice Carson que aquella puerta es quizá el proyecto más importante de la cultura patriarcal. Una táctica para asociar el sonido femenino con la monstruosidad que es visible en la representación mitológica de las mujeres como sirenas, furias y gorgonas. De ahí que, si la cultura se basa en la articulación de fonemas, de comunicarse siguiendo una estructura sonora, podríamos reivindicar, desde una posición feminista, el murmullo desordenado, el libre intercambio de pulsaciones entre los cuerpos, de palpitaciones que se comparten al caminar, al apropiarse de cada cuarto.
Así, A una palma de distancia construye situaciones que cuestionan la condición humana, preguntándose por la pertenencia a un grupo, como a la familia, a ciertas comunidades, o a diversos movimientos sociales en un mundo regido por la tecnología. A partir de la atención al detalle, al detenimiento y meticulosidad de las conexiones, se construye el anhelado vínculo. Se va del nudo corporal a la sororidad, de la reunión a la correspondencia.
Finalmente, es claro el por qué la pintura es la vía elegida de la artista para establecer contacto con nosotros. Su trabajo con el óleo, desde el respeto de su tiempo, siguiendo el flujo y secado del material sobre el lienzo es su lenguaje, su murmullo. Tomar la demora y el cuidado atento como parte del proceso creativo es su posicionamiento en contra de la inmediatez y el ritmo de vida acelerado y maquinal impuesto por el capital. Se trata de volver a lo humano, aprehender al Otro con cautela para fisurar la cotidianidad, la rutina… y acercarse.
Se trata de pensar a la pintura como un organismo vivo que depende de otros cuerpos, de otros seres; como quien atraviesa una ciudad y es, a la vez, parte de ella. Es una reflexión a partir de la cual debemos pensar la vida hoy: en relación.
Inside the Murmur
By Rebeca Barquera
There is a sensation experienced in cities: walking in solitude within the multitude. We pivot to avoid brushing against someone. It is forbidden to touch each other and yet inevitably there is contact. A una palma de distancia (A Hand’s Breadth Away) is an invitation from the visual artist Hilda Palafox to make painting into a connection. Every one of the pieces in this show reflects non-tactile contact, absences, dodging from being brushed up against, and distance between bodies that, at the same time, would seem to be united, like the bodies that roam through cities without interacting, seeking each other without knowing it.
Contact is the primary focus of Hilda’s vision. Her work leads us to question our everyday lives, from the first exchange of the morning to the longed-for caress of a hand that we know will not come back. And beyond that touch, the imperturbable faces of the figures are situated in the instant of doubt, in the uncertainty before a shared story gets underway. Spaces of possibility are shaped starting from that moment of estrangement. Up close, from far away, from within, or starting from the search for consonances, these works present the complexity of the encounter with the other.
Since the Age of Enlightenment, it has been said that painting is mute and is based on simultaneity whereas poetry is succession, movement, time. In Hilda’s paintings, however, it is possible to observe the reverberations that get dragged between the figures, a deaf polyphony, a murmur that circulates and moves us. We listen with our bodies. This painting is both multiform and a follower of the path of that murmur.
“Each sound we make is a bit of autobiography. It has a totally private interior yet its trajectory is public,” the Canadian poet and essayist Anne Carson reminds us. The undefined places where the actions depicted in the paintings occur make it so that any space of intimacy, of inner reflection, can become public space—a space where sociability is both produced and avoided. It must be said that in the case of Hilda’s painting, the women represented on the canvases “have no doors on their mouths,” as would have been said in antiquity about the nymph Echo. Carson rightly notes that that door might be patriarchal culture’s most important project: a tactic for associating feminine sound with monstrosity that is visible in the mythological representation of women as Sirens, Furies, and Gorgons. Therefore, if culture is based on the articulation of phonemes, of communicating in accordance with a structure of sound, we could, from a feminist position, reclaim the disordered murmur, the free exchange of pulsations between bodies, of palpitations that get shared when we walk, when we appropriate every room.
In this way, A una palma de distancia constructs situations that question the human condition, asking about belonging to a group, like a family, certain communities, or different social movements in a world ruled by technology. Starting from an attention to detail, to the care and meticulousness of the connections, the longed-for link is constructed. It goes from the bodily knot to sisterhood, from meeting to correspondence.
In the end, it is clear why painting is the path the artist chose for establishing contact with us. Her work with oil—out of respect for the time it takes, following the flowing and drying of the material on the canvas—is her language, her murmur. Taking slowness and attentive care as part of the creative process is her way of taking a position against the immediacy and rhythm of the accelerated, machine-driven life imposed on us by capital. It is about returning to humanness, apprehending the Other carefully so as to crack open ordinariness, routine… and get closer to one another.
It is about conceiving painting as a living organism that depends on other bodies, on other beings, with whom it crosses a city and is, at the same time, part of it. It is a reflection starting from which we should conceive life today: in relationship.
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Al interior del murmullo
Por Rebeca Barquera
Existe una sensación experimentada en las ciudades: el caminar en soledad dentro de la multitud. Nos volteamos para evitar el roce. Está prohibido tocar e inevitablemente hay contacto. A una palma de distancia es una invitación de la artista visual Hilda Palafox a hacer de la pintura un vínculo. Cada una de las piezas evidencia el contacto sin tacto, las ausencias, la huída del roce y la distancia entre los cuerpos que, al mismo tiempo, parecieran estar unidos, como esos cuerpos que deambulan en las ciudades sin interactuar, buscándose sin saberlo.
El contacto es el foco principal de la mirada de Hilda. Su obra nos lleva a cuestionar nuestra vida cotidiana desde el primer intercambio matutino hasta la anhelada caricia de una mano que, sabemos, no volverá. Y más allá de ese toque, los rostros imperturbables de las figuras se sitúan en el instante de la duda, en la incertidumbre previa al arranque de una historia compartida. A partir de aquel momento de extrañamiento se configuran espacios de posibilidad. De cerca, de lejos, desde adentro o a partir de la búsqueda de consonancias, estas obras muestran la complejidad del encuentro con el otro, con la otra.
Desde la Ilustración se dice que la pintura es muda y reposa en la simultaneidad mientras la poesía es sucesión, movimiento, tiempo. Sin embargo, en las pinturas de Hilda es posible observar las reverberaciones que se arrastran entre las figuras, una polifonía sorda, murmullo que circula y nos mueve. Escuchamos con el cuerpo. Ésta es una pintura a la vez multiforme y seguidora del camino de ese murmullo.
“Cada sonido que emitimos es un poco una autobiografía; tiene un interior totalmente privado pero su trayectoria es pública” nos recuerda la poeta y ensayista canadiense Anne Carson. Los lugares indefinidos en los que suceden las acciones retratadas en los cuadros hacen que cualquier espacio de intimidad, de reflexión interna, pueda devenir en espacio público. Un espacio en el que la sociabilidad se produce y, al mismo tiempo, se evade. Hay que decir que en el caso de la pintura de Hilda, las mujeres representadas en los lienzos no tienen puerta en la boca, como se dijera en la antigüedad de la ninfa Eco. Bien dice Carson que aquella puerta es quizá el proyecto más importante de la cultura patriarcal. Una táctica para asociar el sonido femenino con la monstruosidad que es visible en la representación mitológica de las mujeres como sirenas, furias y gorgonas. De ahí que, si la cultura se basa en la articulación de fonemas, de comunicarse siguiendo una estructura sonora, podríamos reivindicar, desde una posición feminista, el murmullo desordenado, el libre intercambio de pulsaciones entre los cuerpos, de palpitaciones que se comparten al caminar, al apropiarse de cada cuarto.
Así, A una palma de distancia construye situaciones que cuestionan la condición humana, preguntándose por la pertenencia a un grupo, como a la familia, a ciertas comunidades, o a diversos movimientos sociales en un mundo regido por la tecnología. A partir de la atención al detalle, al detenimiento y meticulosidad de las conexiones, se construye el anhelado vínculo. Se va del nudo corporal a la sororidad, de la reunión a la correspondencia.
Finalmente, es claro el por qué la pintura es la vía elegida de la artista para establecer contacto con nosotros. Su trabajo con el óleo, desde el respeto de su tiempo, siguiendo el flujo y secado del material sobre el lienzo es su lenguaje, su murmullo. Tomar la demora y el cuidado atento como parte del proceso creativo es su posicionamiento en contra de la inmediatez y el ritmo de vida acelerado y maquinal impuesto por el capital. Se trata de volver a lo humano, aprehender al Otro con cautela para fisurar la cotidianidad, la rutina… y acercarse.
Se trata de pensar a la pintura como un organismo vivo que depende de otros cuerpos, de otros seres; como quien atraviesa una ciudad y es, a la vez, parte de ella. Es una reflexión a partir de la cual debemos pensar la vida hoy: en relación.
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