Por By Dominikus Müller
La dimensión olfativa raramente es tomada en cuenta dentro del discurso de la pintura. Hablamos de bases materiales, de colores y lienzos, marcos y bastidores; también hablamos de todo un arsenal de gestos, de la pincelada hecha de tal o cual manera, de rastrillar, gotear, raspar, etcétera; hablamos acerca de la dialéctica de la figura y fondo o las técnicas de empaste. Pero ¿qué pasa con el olor de la pintura? Extrañamente es ignorado, pero, entonces, imagine el olor fresco de la pintura al óleo, de la pintura que está por secar, intenso como es, impregna la habitación y crea una presencia casi corpórea pero extrañamente efímera que se contrapone, y al mismo tiempo, complementa la bidimensional del lienzo sobre la pared. Por lo tanto, el aroma puede añadir una nueva capa de significado y autenticidad a la pintura.
No encontrará el olor de la pintura en el trabajo de Anna Virnich, aunque las características olfativas son bastante prominentes aquí; de la misma manera no encontrará pinceles y pinturas, aun cuando el trabajo de Virnich es claramente pictórico por naturaleza. La mayoría de las piezas en la exhibición Lightning Visible, No Thunder Heard – su segunda exposición en la galería – se refieren al conjunto de técnicas, estilos y apariencias a las que se suele llamar “pintura”. Pero, en lugar de aplicar la pintura al lienzo, Virnich costura e hilvana a mano diferentes telas como poliéster, terciopelo, algodón, seda e inclusive cuero y malla de metal. Algunos de estos materiales son semi-transparentes o traslúcidos, ofreciendo así una visión apenas disimulada de los minimalistas bastidores de madera que se encuentran detrás, mientras que otras piezas son brillantes o incluso arrugadas provocando así destellos de luz sobre su superficie. Y donde la tela sustituye la pintura y al mismo tiempo, las costuras del lienzo funcionan como equivalentes de líneas y gestos. De este modo, Virnich literalmente “sutura” los elementos individuales en un conjunto disperso, pero cuidadosamente compuesto para significar una pintura sin serlo de facto.
Por lo tanto, nada aquí es “auténtico”, sino que se zurce para formar un cuerpo fantasma que recuerda a otra cosa. Y es aquí donde la dimensión olfativa vuelve a entrar. Comienza con los títulos: a pesar de que las obras en la exposición técnicamente no tienen, vienen acompañadas de vibrantes subtítulos que ofrecen descripciones de momentos, lugares, cuerpos y aromas. Bellamente poéticas, aunque bastante descriptivas, esas líneas frecuentemente se leen como descripciones de perfumes; crean todo un nuevo conjunto de referencias llenas de sentimientos y memorias, densas atmósferas que evocan “imágenes” por derecho propio: “Some Smoked Cigarrets”, “Neroli”, “Creamy White Flower (Your Skin)”, “Summer / Twilight / Berlin Balcony” o, ésta otra “White Moss, Hanoki Wood, Dog Rose, Tarr, Face Cream”.
En Lightning Visible, No Thunder Heard, Virnich agrega otro elemento: una jardinera de madera lacada que brilla con tonos aperlados como las telas de sus pinturas. Plantada en esa cama, una plétora de florecillas blancas y lilas expide un fuerte olor. Y, similar a los evocativos títulos de las piezas, esta esencia añade una especie de cualidad pictórica a la sala; “pintando” inevitablemente sobre ellas y otorgando así una capa extra, un cuerpo adicional a la exposición.
Pero a pesar de esa presencia, este cuerpo permanece extrañamente efímero. No estamos hablando precisamente de la base material, del cuerpo material al que frecuentemente se refiere la pintura moderna, para contrarrestar dialécticamente la inmaterialidad del espacio pictórico (lienzos, bastidores, color). Más bien, las cosas van en otra dirección aquí, se adhiere otra capa invisible. La esencia se extiende en el juego de pintar a una dimensión mayormente inmaterial y etérea. Añade miembros fantasmas al cuerpo pictórico fugitivo; abstrae otra vez aquello que ya era abstracto, tanto más intenso cuanto más fugaz se vuelve; atmósfera pura, lo concreto del tal y tal de algo, su olor, no cualquier olor; una presencia corpórea que no necesita materializarse como objeto. Esencia, es decir, es pintura que desaparece en el aire puro.
By Dominikus Müller
The olfactory dimension is rarely accounted for in the discourse of painting. We talk about material bases, about colors and canvases, stretchers and frames; we talk about a whole arsenal of gestures, about a brushstroke done this way or that, about raking, dripping, scraping, you name it; we talk about the dialectic of figure and ground or impasto techniques. But what about the smell of painting? It is strangely ignored but, then, just imagine the scent of fresh oil paint, of paint yet to dry. Heavy as it is, it fills the room and creates an almost bodily yet strangely ephemeral presence countering and, at the same time, supplementing the flatness of the canvas on the wall. Scent, thus, can add a whole layer of meaning and authentication to painting.
You won’t find the smell of oil paint in the work of Anna Virnich, even though the olfactory features quite prominently here, just as you won’t find any brushes and paints here, even though Virnich’s work is clearly painterly in nature. The works in the exhibition Lightning Visible, No Thunder Heard—her second with the gallery—almost all refer to the set of techniques, styles and looks commonly addressed to as “painting.” But instead of applying paint onto the canvas, Virnich sews and stitches together by hand different fabrics like polyester, velvet, cotton, silk, even leather or metal mesh. While some of these fabrics are see-through or semi-transparent and thus offer a barely disguised glimpse of the simple wooden frame constructions behind, others are shimmering or even wrinkly, highlighting the surface. And while fabrics replace “paint” and, at the same time, the “canvas,” seams and stitches function as equivalents of lines and gestures. In this way, Virnich quite literally “sutures” her single elements into a disparate yet carefully composed whole that signifies “painting” without actually being it.
Nothing here, then, is “authentic,” but rather stitched up to form a phantom body reminiscent of something else. And this is where the olfactory dimension comes in again. This starts with Virnich’s titles. Even though the works in the exhibition are technically all untitled, they come with quivering subheadings offering descriptions of moments, places, bodies, and scents. Beautifully poetic, yet quite straightforwardly descriptive, these lines often read like descriptions of perfumes; they create a whole new set of references, full with feelings and memories—dense atmospheres that evoke “images” in their own right: “some smoked Cigarettes, Neroli, creamy white flower (Your Skin)”, “Summer/ Twilight/ Berlin Balcony” or, else “white moss, hinoki wood, dog rose, tar, face cream”.
For Lightning Visible, No Thunder Heard, Virnich adds another element—a raised wooden bed, lacquered so as to shimmer in pearly colors similar to many of the fabrics in her paintings. Planted in this bed, a plethora of mostly white and lilac local flowers exude a heavy scent. And like the evocative titles, this scent adds a tint of sorts to the paintings in the room; it inevitably “paints over” them and supplies an additional layer, an additional body.
But even though very present, this body remains strangely ephemeral. We are precisely not talking about the material base here, the material “body” so often referenced in modern painting as a dialectical counter to the immateriality of the pictorial space (canvas, stretchers, color). Rather, things go the other direction here, adding another phantasmagoric layer. Scent extends the game of painting to just another rather ghostly and even more immaterial dimension. It adds phantom limbs to painting’s phantom body; abstracts once more what is already abstracted; is all the more intense the more fleeting it becomes: pure atmosphere, yet the concrete “so-and-so” of something—this scent, not just any scent; a bodily presence that does not need to materialize as an object. Scent, in other words, is painting vanished into thin air.
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Por By Dominikus Müller
La dimensión olfativa raramente es tomada en cuenta dentro del discurso de la pintura. Hablamos de bases materiales, de colores y lienzos, marcos y bastidores; también hablamos de todo un arsenal de gestos, de la pincelada hecha de tal o cual manera, de rastrillar, gotear, raspar, etcétera; hablamos acerca de la dialéctica de la figura y fondo o las técnicas de empaste. Pero ¿qué pasa con el olor de la pintura? Extrañamente es ignorado, pero, entonces, imagine el olor fresco de la pintura al óleo, de la pintura que está por secar, intenso como es, impregna la habitación y crea una presencia casi corpórea pero extrañamente efímera que se contrapone, y al mismo tiempo, complementa la bidimensional del lienzo sobre la pared. Por lo tanto, el aroma puede añadir una nueva capa de significado y autenticidad a la pintura.
No encontrará el olor de la pintura en el trabajo de Anna Virnich, aunque las características olfativas son bastante prominentes aquí; de la misma manera no encontrará pinceles y pinturas, aun cuando el trabajo de Virnich es claramente pictórico por naturaleza. La mayoría de las piezas en la exhibición Lightning Visible, No Thunder Heard – su segunda exposición en la galería – se refieren al conjunto de técnicas, estilos y apariencias a las que se suele llamar “pintura”. Pero, en lugar de aplicar la pintura al lienzo, Virnich costura e hilvana a mano diferentes telas como poliéster, terciopelo, algodón, seda e inclusive cuero y malla de metal. Algunos de estos materiales son semi-transparentes o traslúcidos, ofreciendo así una visión apenas disimulada de los minimalistas bastidores de madera que se encuentran detrás, mientras que otras piezas son brillantes o incluso arrugadas provocando así destellos de luz sobre su superficie. Y donde la tela sustituye la pintura y al mismo tiempo, las costuras del lienzo funcionan como equivalentes de líneas y gestos. De este modo, Virnich literalmente “sutura” los elementos individuales en un conjunto disperso, pero cuidadosamente compuesto para significar una pintura sin serlo de facto.
Por lo tanto, nada aquí es “auténtico”, sino que se zurce para formar un cuerpo fantasma que recuerda a otra cosa. Y es aquí donde la dimensión olfativa vuelve a entrar. Comienza con los títulos: a pesar de que las obras en la exposición técnicamente no tienen, vienen acompañadas de vibrantes subtítulos que ofrecen descripciones de momentos, lugares, cuerpos y aromas. Bellamente poéticas, aunque bastante descriptivas, esas líneas frecuentemente se leen como descripciones de perfumes; crean todo un nuevo conjunto de referencias llenas de sentimientos y memorias, densas atmósferas que evocan “imágenes” por derecho propio: “Some Smoked Cigarrets”, “Neroli”, “Creamy White Flower (Your Skin)”, “Summer / Twilight / Berlin Balcony” o, ésta otra “White Moss, Hanoki Wood, Dog Rose, Tarr, Face Cream”.
En Lightning Visible, No Thunder Heard, Virnich agrega otro elemento: una jardinera de madera lacada que brilla con tonos aperlados como las telas de sus pinturas. Plantada en esa cama, una plétora de florecillas blancas y lilas expide un fuerte olor. Y, similar a los evocativos títulos de las piezas, esta esencia añade una especie de cualidad pictórica a la sala; “pintando” inevitablemente sobre ellas y otorgando así una capa extra, un cuerpo adicional a la exposición.
Pero a pesar de esa presencia, este cuerpo permanece extrañamente efímero. No estamos hablando precisamente de la base material, del cuerpo material al que frecuentemente se refiere la pintura moderna, para contrarrestar dialécticamente la inmaterialidad del espacio pictórico (lienzos, bastidores, color). Más bien, las cosas van en otra dirección aquí, se adhiere otra capa invisible. La esencia se extiende en el juego de pintar a una dimensión mayormente inmaterial y etérea. Añade miembros fantasmas al cuerpo pictórico fugitivo; abstrae otra vez aquello que ya era abstracto, tanto más intenso cuanto más fugaz se vuelve; atmósfera pura, lo concreto del tal y tal de algo, su olor, no cualquier olor; una presencia corpórea que no necesita materializarse como objeto. Esencia, es decir, es pintura que desaparece en el aire puro.
Silk, polyester, viscose on wooden frame
35.43 x 23.62 x 1.38 in
Seda, poliéster, viscosa sobre bastidor de madera
90 x 60 x 3.5 cm
silk, lurex fabric, leather, bleached polyester, synthetic leather on wooden frame
35.43 x 23.62 x 1.38 in
Seda, tejido lurex, cuero, poliéster blanqueado, cuero sintético sobre bastidor de madera
90 x 60 x 3.5 cm
Silk, polyester, velvet, stretch on wooden frame
35.43 x 23.62 x 1.38 in
Seda, poliéster, terciopelo, tela elástica sobre bastidor de madera
90 x 60 x 3.5 cm
Viscose, cotton, silk, stocking on wooden frame
35.43 x 23.62 x 1.38 in
Viscosa, algodón y media de seda sobre bastidor de madera
90 x 60 x 3.5 cm
Viscose, satin and tulle on wooden fram
35.43 x 23.62 x 1.38 in
Viscosa, satín y tule sobre marco de madera
90 x 60 x 3.5 cm
Silk, viscose, cotton, jersey and pigments on wooden frame
88.98 x 55.12 x 1.97 in
Seda, viscosa, algodón, jersey y pigmentos sobre marco de madera
226 x 140 x 5 cm
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