Por Rita Eder
Los dibujos y maquetas que Helen Escobedo realizó a lo largo de varias décadas, particularmente en los años setenta del siglo pasado, revelaron su capacidad experimental y su inteligencia para transformar las convenciones y las reglas del trabajo artístico. Junto con el fotógrafo y diseñador Paolo Gori, Helen concibió una serie de fotomontajes en los cuales su propuesta escultórica aparecía sobrepuesta al ambiente urbano o natural en los cuales hubiera querido interferir, en sus palabras:
"Si hasta ahora mis búsquedas me llevaron a plantear soluciones escultóricos dentro de un ambiente específico, de las cuales el 10 por ciento lograron fructificarse en obras ejecutadas y el 90 por ciento existen como maquetas implicando un trabajo creativo a fondo, ya no quedan aprisionados en los cajones y estantes de mi taller, hoy pueden existir como obras terminadas gracias a este método humorístico y válido. Con este recurso rechazo las frustraciones de no ver realizadas dichas obras. Me encuentro ante la excelente oportunidad de tumbar mis fronteras prestablecidas y optar por métodos infinitamente más directos y elásticos, de crear obras en situaciones imaginarias de mi elección". [1]
Helen era una excelsa dibujante y sus proyectos utópicos e instalaciones estaban en esas imágenes a lápiz y en sus collages que introducían muchas veces un objeto subversivo, un comentario crítico y humorístico sobre el paisaje urbano. Trabajaba en continuación y el dibujo era el lugar de la maquinación de las ideas para proyectos más ambiciosos. En esos diseños construyó imágenes complejas indispensables para entender en forma orgánica su trabajo, particularmente su intención de subvertir prácticas artísticas establecidas e interesarse en los procesos más que en los objetos terminados.
Un ejemplo de esto fue la idea de estructura seriada desinteresada en crear un estilo reconocible: “me considero” –dirá– “una solucionadora de problemas”. Si bien se refería a aquellos problemas que suscita la escultura, introducía ya en la década del sesenta un principio de funcionalidad en su obra que la orientaron hacia la arquitectura y el diseño y despertaron su deseo de proyectarse como una constante experimentadora.
Avocada a la solución de un problema por medio de su trabajo, la huella repetida del artista desaparece, puesto que cada situación demanda una respuesta distinta. A Helen le interesó hacer del arte estrategias simbólicas en torno a problemas sociales o a situaciones subjetivas. Para Escobedo el arte se presentaba como un campo de problemas y un método crítico, tenía el deseo de ser una artista preparada para resolver propuestas y situaciones que la llevarían a articular un lenguaje político desde el humor y cierta subversión de los objetos y las formas, algo muy presente en sus dibujos.
En su diálogo con la vanguardia internacional, trabajó con el anti-sentido o el contrasentido, pero también hubo cierto afán de corregir las nociones de diseño integral de la Bauhaus y quizá por eso su renuencia a la definición de la forma y su afán de mantener una distancia del diseño integral para no adoptar la ortodoxia del lenguaje geométrico, algo muy presente en sus maquetes y dibujos que combinan lenguajes visuales diversos. No procura la perfección y rigidez de lo ortogonal e introduce formas más elásticas y suaves que surgen de su diálogo con las formas.
Helen preparó exposiciones muy exitosas en la Galería de Arte Mexicano a finales de la década de los cincuenta. Muy joven a finales de los años cuarenta estudió en el México City College con Germán Cueto una figura fundamental para la escultura mexicana. De Cueto, Helen aprendió a experimentar con los materiales, después vendría el aprendizaje del oficio clásico del escultor. Esto ocurrió durante varios años en Londres en un ambiente académico de excelencia donde aprendió el oficio a fondo. Pensaba, después de su regreso a México y de sus exposiciones en galería, que no quería hacer más esculturas sobre una base o pedestal sino realizar trabajos en grandes dimensiones, intervenir el espacio y transformar la idea del monumento oficial en México. Su oportunidad llegó con la Ruta de la Amistad diseñada por Mathias Goeritz quien trajo a México la idea de escultura abstracta monumental. Pocos años después la escultora, que también fue directora de museos y abrió espacios para jóvenes artistas en el Museo Universitario de Ciencias y Artes emprendió un viaje junto con Paolo Gori por la República Mexicana con el fin de hacer una investigación y registro de los monumentos oficiales. La travesía fue divertida ya que hay monumentos a los héroes y a los presidentes, pero también a los artistas –como Agustín Lara– y homenajes a la flora y la fauna. Este trabajo resultó una gran contribución al análisis de la escultura pública en México y enfatizó la necesidad de cambiar y mirar hacia otras posibilidades para hacer escultura en gran formato. Entre otras variantes que la escultura exploró fue la obra en sitio específico, un medio ideal para desarrollar las habilidades y proyectos de Helen. La escultura en sitio y la instalación le permitieron aportar un sentido de ironía a los problemas ecológicos y sociales.
Trabajó sobre la destrucción de la naturaleza por fuego, del medio ambiente urbano por la inundación de basura y la extinción de la biodiversidad por medio de sus tortugas y ballenas. Por otra parte, la frontera se convirtió en un tema que la llevó a idear propuestas de resistencia por medio de objetos antitecnológicos, como el lanzamiento de catapultas al otro lado. Esto lo realizó en Playas de Tijuana, justo enfrente de la antigua muralla de metal que cae sobre el mar y marca la línea divisoria entre México y Estados Unidos, como lo hizo en la segunda edición de inSite 1994 con su propuesta By the night tide o Junto a la marea nocturna.
La instalación en sitio abría aún más su deseo de plantear problemas sociales de distinta índole y ahí pulsaban los temas más urgentes del mundo global como la ecología, el tema de la frontera y las migraciones. Su educación artística partía de un conocimiento profundo del oficio del cual se desprendió para encontrar su propio modo de hacer y ponerse en el río del arte contemporáneo que en su etapa globalizada es transdisciplinario en sus materiales, y produce nuevas rutas y formas de contacto. Sus trabajos sobre migrantes en Europa y sus diversas muertes se concentraron en el cuerpo como bulto y caída, como materia fracturada, algo así como el exilio y el espejo roto. En su trabajo, lo lúdico y lo trágico se entrelazan como en los magníficos dibujos utópicos en los que propone alternativas al paisaje urbano. Convierte lo extraño en parte de un vocabulario con el que convivió bien y utilizó objetos encontrados como las sillas y los paraguas. En ocasiones recurrió a la dimensión existencial y trágica del cuerpo, mientras que por otro lado, su acercamiento a la abstracción geométrica termina por resaltar lo orgánico. La masa se convierte en filigrana cuando la integra a la naturaleza y apenas introduce algunos aspectos arquitectónicos transparentes; como bien ha observado Graciela Shmilchuk en su libro Pasos en la arena, hay una clara intención de desmaterializar la intervención en jardines y bosques e intentar que las obras se fuguen de su sitio.
Un aspecto fundamental de la vida de Helen fueron los museos que dirigió. En ellos logró transponer su talento para las relaciones humanas, su reflexión sobre lo contemporáneo en el arte y su comprensión profunda de lo espacial. En el antiguo MUAC que dirigió de 1961 a 1978, (primero en calidad de jefa de artes plásticas y después como directora de museos y galerías de la UNAM) pudo hacer una labor de carácter internacional. Su labor al frente de este espacio universitario coincidió con años de cambio para el arte mexicano y posicionó a la dirección de artes visuales de la UNAM a la vanguardia en el sentido más inmediato de la palabra: se convirtió en un espacio difusor de proyectos vitales y de encuentro para el arte moderno mexicano e internacional. Este museo se caracterizó por ser uno de los espacios más dinámicos e inéditos para el arte contemporáneo en México y ofrecía alternativas a la política cultural oficial, especialmente después del movimiento estudiantil del 68.
Helen fue pieza fundamental en la organización de los Salones Independientes ya que algunas de sus ediciones se realizaron en ese espacio universitario. El SI, como se conocen estas exposiciones, fueron lugar de escisión con las políticas culturales del estado y esta escisión apresuró el proceso de la formación de un arte contemporáneo más extendido a las nuevas generaciones en México que quizá para dar ese paso, entrar a la contemporaneidad, debían tener sus disidencias con las políticas culturales oficiales.
En el MUCA y bajo su responsabilidad, se dieron dos ediciones del Salón Independiente, el de 1971 memorable por sus propuestas conceptuales todas realizadas en papel periódico. Pienso que más allá de que los fondos eran escasos para sufragar otras posibilidades, se trataba de una toma de posición. Para Helen fue una oportunidad más para trabajar con materiales desestructurados, una manera de explorar la otra cara de su formación clásica en la Royal Academy of the Arts en el Londres de mediados de la década de los cincuenta.
Helen impulsó en el espacio de este museo, trabajos interdisciplinarios de artistas jóvenes que estaban interesados en romper las barreras de los géneros artísticos y conectarse además con el público en propuestas relevantes a situaciones de emergencia política. También trajo el performance y el arte conceptual que causó cierta polémica en los periódicos, pero ella, siempre informada y consciente de lo que hacía, supo defender con argumentos, la misión de un Museo Universitario pensado para un público joven.
Algunos la llamaron nómada. De México a Londres en su primera juventud, luego Suecia por un par de años y después compartía su vida y su quehacer artístico entre México y Alemania. Pienso que de todas maneras el nomadismo estaba en ella, con los viajes o sin ellos. Más bien pienso en su cosmopolitismo, su libertad de moverse de un medio a otro y de cruzar culturas y entrar en ambientes distintos, su dominio de varios idiomas y su capacidad para transitar de un medio artístico a otro, como lo ha sido el teatro, el dibujo, la escultura y el trabajo en equipo.
Helen quería integrar su trabajo a la calle y a la naturaleza, involucrarse con la problemática ecológica y ser una diseñadora integral, lo cual haría que la ambientación primero y la instalación después fuesen los medio en los que se sentiría más a gusto. Es cierto, como ha escrito Jorge Reynoso Pohlenz, que los motivos de Helen se gestaban en el acontecer de una vida cotidiana agitada como la que llevó, muchos viajes y aeropuertos, culturas distintas, atracción por lo popular en sus diversos aspectos –desde los objetos artesanales hasta el bricolaje de los mecánicos que construyen otros automóviles hechos de pedacería– y cruce de disciplinas en que el artista podría ser dibujante, pintor, escultor, arquitecto y diseñador, además de lector y músico.
La invención, el humor en las circunstancias más extremas, las buenas maneras, la ecuación entre forma y fondo y la noción de proyecto la acompañaron hasta el último aliento.
[1] Eder, Rita, Helen Escobedo, México, UNAM, 1982 (p.4)
By Rita Eder
The drawings and models that Escobedo conceived over several decades, particularly during the seventies, revealed her experimental capacity and her intelligence to transform the conventions of an artistic process. This becomes evident in her series of photomontages (a project in collaboration with the photographer Paolo Gori) and three-dimensional collages in which her sculptural proposals appear inserted into an urban - or natural environment, places where she would have liked to imagine her interventions. In Helen’s own words:
"If until now my research has led me to propose sculptural solutions within a specific environment, of which 10 percent succeeded in executed works and 90 percent exist as models, implying an in-depth investigation, (...) today they can exist as finished works thanks to this humorous and valid method. With this resource, I reject the frustrations of not seeing these projects. I am faced with the (...) opportunity to knock down my preset boundaries and opt for infinitely more flexible and straight-forward methods of creating works in imaginary situations of my choice." [1]
Helen was an excellent draftswoman and her utopian projects and installations manifested in drawings and collages that often introduced a subversive object as a critical and humorous commentary on the urban space. Drawing was her medium of choice to develop ideas for ambitious projects. In those sketches she conceived complex images, indispensable to understand her work - particularly her intention to subvert established artistic practices - and her interest in processes, rather than in finished objects. I consider myself - she would say - a problem-solver. While referring to problems in relation to the medium of sculpture, she introduced the principle of functionality in art in the seventies, which led her towards architecture and design as methods and awoke her desire to consider herself an experimenter.
Focused on the solution of problems, the repeating signature of the artist disappeared, favoring specific responses to each given situation. Helen was interested in considering art as symbolic strategy to confront social issues or specific situations.
In her dialogue with the international avant-garde, she worked with the idea of counter-sense, although there was also a certain desire to correct the notions of integral design of the Bauhaus. And perhaps its for that reason that she refused to define form and to adopt the orthodoxy of the geometric language. She did not seek the perfection or rigidity of the orthogonal, instead she introduced organic shapes that arose from the reflection on more vital aspects: playfulness and melancholy that both intersect in her utopic drawings, proposing alternatives to the urban space.
The opportunity to intervene and transform the official idea of “monument” in Mexico for Escobedo came with Mathias Goeritz’ prolific project la Ruta de la Amistad (engl. Friendship Route) – a 17km long sculpture corridor, initiated for the Olympic Games held in Mexico in 1968 - and her sculptural contribution Puerta al viento.
A few years later, Helen Escobedo and Paolo Gori undertook a trip through Mexico, in order to research and record all official monuments in the country. This endeavor unveiled the need for change, and for exploration towards other possibilities of large -scale sculpture. As a result, Escobedo explored the notion of site-specificity, environment and installation in order to address socio-political and ecological issues in her work. Furthermore, the border became a crucial theme for the artist. In her iconic piece By the Night Tide, conceived for the second edition of inSite (1994) in Tijuana, the notion of resistance became striking. Here, Escobedo installed wire-mesh sculptures on the Mexican side of the border, resembling ships, armed with coconut-loaded catapults, suggesting a defiant, but quixotic counteroffensive against the Goliath next door.
On other occasions, she turned to the existential and tragic dimension of the human body while pointing to politically urgent topics such as migration and its consequences. At the same time, on a more formal level, her approach towards geometric abstraction always ended up emphasizing the organic. Massive volume appeared delicate and barely perceptible when Escobedo inserted it into natural landscape, while introducing some few architectonic, transparent elements. As Graciela Shmilchuk observed in Pasos en la arena, there is a clear intention to dematerialize the intervention, while almost seamlessly integrating it into its natural surrounding in gardens and forests.
The driving force behind Escobedo’s artistic explorations, as Jorge Reynoso Pohlenz points out, was her energetic lifestyle of constant travelling, multicultural encounters, her attraction for popular culture and interdisciplinarity. Helen aimed for a merging between art and life, she was concerned with ecological topics and thought outside predetermined disciplines. Its therefore that her avant-garde spirit, her humor (even in the most extreme circumstances), her good manners, her equation between form and content in her projects accompanied her until her last breath.
[1] Eder, Rita, Helen Escobedo, México, UNAM, 1982 (p.4)
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Por Rita Eder
Los dibujos y maquetas que Helen Escobedo realizó a lo largo de varias décadas, particularmente en los años setenta del siglo pasado, revelaron su capacidad experimental y su inteligencia para transformar las convenciones y las reglas del trabajo artístico. Junto con el fotógrafo y diseñador Paolo Gori, Helen concibió una serie de fotomontajes en los cuales su propuesta escultórica aparecía sobrepuesta al ambiente urbano o natural en los cuales hubiera querido interferir, en sus palabras:
"Si hasta ahora mis búsquedas me llevaron a plantear soluciones escultóricos dentro de un ambiente específico, de las cuales el 10 por ciento lograron fructificarse en obras ejecutadas y el 90 por ciento existen como maquetas implicando un trabajo creativo a fondo, ya no quedan aprisionados en los cajones y estantes de mi taller, hoy pueden existir como obras terminadas gracias a este método humorístico y válido. Con este recurso rechazo las frustraciones de no ver realizadas dichas obras. Me encuentro ante la excelente oportunidad de tumbar mis fronteras prestablecidas y optar por métodos infinitamente más directos y elásticos, de crear obras en situaciones imaginarias de mi elección". [1]
Helen era una excelsa dibujante y sus proyectos utópicos e instalaciones estaban en esas imágenes a lápiz y en sus collages que introducían muchas veces un objeto subversivo, un comentario crítico y humorístico sobre el paisaje urbano. Trabajaba en continuación y el dibujo era el lugar de la maquinación de las ideas para proyectos más ambiciosos. En esos diseños construyó imágenes complejas indispensables para entender en forma orgánica su trabajo, particularmente su intención de subvertir prácticas artísticas establecidas e interesarse en los procesos más que en los objetos terminados.
Un ejemplo de esto fue la idea de estructura seriada desinteresada en crear un estilo reconocible: “me considero” –dirá– “una solucionadora de problemas”. Si bien se refería a aquellos problemas que suscita la escultura, introducía ya en la década del sesenta un principio de funcionalidad en su obra que la orientaron hacia la arquitectura y el diseño y despertaron su deseo de proyectarse como una constante experimentadora.
Avocada a la solución de un problema por medio de su trabajo, la huella repetida del artista desaparece, puesto que cada situación demanda una respuesta distinta. A Helen le interesó hacer del arte estrategias simbólicas en torno a problemas sociales o a situaciones subjetivas. Para Escobedo el arte se presentaba como un campo de problemas y un método crítico, tenía el deseo de ser una artista preparada para resolver propuestas y situaciones que la llevarían a articular un lenguaje político desde el humor y cierta subversión de los objetos y las formas, algo muy presente en sus dibujos.
En su diálogo con la vanguardia internacional, trabajó con el anti-sentido o el contrasentido, pero también hubo cierto afán de corregir las nociones de diseño integral de la Bauhaus y quizá por eso su renuencia a la definición de la forma y su afán de mantener una distancia del diseño integral para no adoptar la ortodoxia del lenguaje geométrico, algo muy presente en sus maquetes y dibujos que combinan lenguajes visuales diversos. No procura la perfección y rigidez de lo ortogonal e introduce formas más elásticas y suaves que surgen de su diálogo con las formas.
Helen preparó exposiciones muy exitosas en la Galería de Arte Mexicano a finales de la década de los cincuenta. Muy joven a finales de los años cuarenta estudió en el México City College con Germán Cueto una figura fundamental para la escultura mexicana. De Cueto, Helen aprendió a experimentar con los materiales, después vendría el aprendizaje del oficio clásico del escultor. Esto ocurrió durante varios años en Londres en un ambiente académico de excelencia donde aprendió el oficio a fondo. Pensaba, después de su regreso a México y de sus exposiciones en galería, que no quería hacer más esculturas sobre una base o pedestal sino realizar trabajos en grandes dimensiones, intervenir el espacio y transformar la idea del monumento oficial en México. Su oportunidad llegó con la Ruta de la Amistad diseñada por Mathias Goeritz quien trajo a México la idea de escultura abstracta monumental. Pocos años después la escultora, que también fue directora de museos y abrió espacios para jóvenes artistas en el Museo Universitario de Ciencias y Artes emprendió un viaje junto con Paolo Gori por la República Mexicana con el fin de hacer una investigación y registro de los monumentos oficiales. La travesía fue divertida ya que hay monumentos a los héroes y a los presidentes, pero también a los artistas –como Agustín Lara– y homenajes a la flora y la fauna. Este trabajo resultó una gran contribución al análisis de la escultura pública en México y enfatizó la necesidad de cambiar y mirar hacia otras posibilidades para hacer escultura en gran formato. Entre otras variantes que la escultura exploró fue la obra en sitio específico, un medio ideal para desarrollar las habilidades y proyectos de Helen. La escultura en sitio y la instalación le permitieron aportar un sentido de ironía a los problemas ecológicos y sociales.
Trabajó sobre la destrucción de la naturaleza por fuego, del medio ambiente urbano por la inundación de basura y la extinción de la biodiversidad por medio de sus tortugas y ballenas. Por otra parte, la frontera se convirtió en un tema que la llevó a idear propuestas de resistencia por medio de objetos antitecnológicos, como el lanzamiento de catapultas al otro lado. Esto lo realizó en Playas de Tijuana, justo enfrente de la antigua muralla de metal que cae sobre el mar y marca la línea divisoria entre México y Estados Unidos, como lo hizo en la segunda edición de inSite 1994 con su propuesta By the night tide o Junto a la marea nocturna.
La instalación en sitio abría aún más su deseo de plantear problemas sociales de distinta índole y ahí pulsaban los temas más urgentes del mundo global como la ecología, el tema de la frontera y las migraciones. Su educación artística partía de un conocimiento profundo del oficio del cual se desprendió para encontrar su propio modo de hacer y ponerse en el río del arte contemporáneo que en su etapa globalizada es transdisciplinario en sus materiales, y produce nuevas rutas y formas de contacto. Sus trabajos sobre migrantes en Europa y sus diversas muertes se concentraron en el cuerpo como bulto y caída, como materia fracturada, algo así como el exilio y el espejo roto. En su trabajo, lo lúdico y lo trágico se entrelazan como en los magníficos dibujos utópicos en los que propone alternativas al paisaje urbano. Convierte lo extraño en parte de un vocabulario con el que convivió bien y utilizó objetos encontrados como las sillas y los paraguas. En ocasiones recurrió a la dimensión existencial y trágica del cuerpo, mientras que por otro lado, su acercamiento a la abstracción geométrica termina por resaltar lo orgánico. La masa se convierte en filigrana cuando la integra a la naturaleza y apenas introduce algunos aspectos arquitectónicos transparentes; como bien ha observado Graciela Shmilchuk en su libro Pasos en la arena, hay una clara intención de desmaterializar la intervención en jardines y bosques e intentar que las obras se fuguen de su sitio.
Un aspecto fundamental de la vida de Helen fueron los museos que dirigió. En ellos logró transponer su talento para las relaciones humanas, su reflexión sobre lo contemporáneo en el arte y su comprensión profunda de lo espacial. En el antiguo MUAC que dirigió de 1961 a 1978, (primero en calidad de jefa de artes plásticas y después como directora de museos y galerías de la UNAM) pudo hacer una labor de carácter internacional. Su labor al frente de este espacio universitario coincidió con años de cambio para el arte mexicano y posicionó a la dirección de artes visuales de la UNAM a la vanguardia en el sentido más inmediato de la palabra: se convirtió en un espacio difusor de proyectos vitales y de encuentro para el arte moderno mexicano e internacional. Este museo se caracterizó por ser uno de los espacios más dinámicos e inéditos para el arte contemporáneo en México y ofrecía alternativas a la política cultural oficial, especialmente después del movimiento estudiantil del 68.
Helen fue pieza fundamental en la organización de los Salones Independientes ya que algunas de sus ediciones se realizaron en ese espacio universitario. El SI, como se conocen estas exposiciones, fueron lugar de escisión con las políticas culturales del estado y esta escisión apresuró el proceso de la formación de un arte contemporáneo más extendido a las nuevas generaciones en México que quizá para dar ese paso, entrar a la contemporaneidad, debían tener sus disidencias con las políticas culturales oficiales.
En el MUCA y bajo su responsabilidad, se dieron dos ediciones del Salón Independiente, el de 1971 memorable por sus propuestas conceptuales todas realizadas en papel periódico. Pienso que más allá de que los fondos eran escasos para sufragar otras posibilidades, se trataba de una toma de posición. Para Helen fue una oportunidad más para trabajar con materiales desestructurados, una manera de explorar la otra cara de su formación clásica en la Royal Academy of the Arts en el Londres de mediados de la década de los cincuenta.
Helen impulsó en el espacio de este museo, trabajos interdisciplinarios de artistas jóvenes que estaban interesados en romper las barreras de los géneros artísticos y conectarse además con el público en propuestas relevantes a situaciones de emergencia política. También trajo el performance y el arte conceptual que causó cierta polémica en los periódicos, pero ella, siempre informada y consciente de lo que hacía, supo defender con argumentos, la misión de un Museo Universitario pensado para un público joven.
Algunos la llamaron nómada. De México a Londres en su primera juventud, luego Suecia por un par de años y después compartía su vida y su quehacer artístico entre México y Alemania. Pienso que de todas maneras el nomadismo estaba en ella, con los viajes o sin ellos. Más bien pienso en su cosmopolitismo, su libertad de moverse de un medio a otro y de cruzar culturas y entrar en ambientes distintos, su dominio de varios idiomas y su capacidad para transitar de un medio artístico a otro, como lo ha sido el teatro, el dibujo, la escultura y el trabajo en equipo.
Helen quería integrar su trabajo a la calle y a la naturaleza, involucrarse con la problemática ecológica y ser una diseñadora integral, lo cual haría que la ambientación primero y la instalación después fuesen los medio en los que se sentiría más a gusto. Es cierto, como ha escrito Jorge Reynoso Pohlenz, que los motivos de Helen se gestaban en el acontecer de una vida cotidiana agitada como la que llevó, muchos viajes y aeropuertos, culturas distintas, atracción por lo popular en sus diversos aspectos –desde los objetos artesanales hasta el bricolaje de los mecánicos que construyen otros automóviles hechos de pedacería– y cruce de disciplinas en que el artista podría ser dibujante, pintor, escultor, arquitecto y diseñador, además de lector y músico.
La invención, el humor en las circunstancias más extremas, las buenas maneras, la ecuación entre forma y fondo y la noción de proyecto la acompañaron hasta el último aliento.
[1] Eder, Rita, Helen Escobedo, México, UNAM, 1982 (p.4)
Lacquered aluminum on wooden base
14.17 x 47.83 x 15.75 in
Aluminio lacado sobre base de madera
36 x 121.5 x 40 cm
from the series Muros Dinámicos
Lacquered wood
79.13 x 29.92 x 28.74 in
Madera lacada
201 x 76 x 73 cm
Collage on paper mounted on cardboard
20.83 x 15.91 x 1.89 in
52.9 x 40.4 x 4.8 cm
Collage and graphite on paper
15.91 x 18.07 x 1.93 in
40.4 x 45.9 x 4.9 cm
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